Sacando de mis oídos las viejas series de luces navideñas, recordé
que hace varias lunas yo tenía más de un verso en el cabello… Las arañas se los
han comido todos, o tal vez se fueron de viaje y no han querido enviar
postales. Que desconsideradas se vuelven las ideas cuando cobran vida propia!
Quise dedicarle algo a la luna en repetidas veces pero mi
despertador en un temerario acto suicida e lanzó contra mi cabeza tirándome al
suelo; Como ninguno de los dos murió me dirigí a la cocina por una bolsa de
hielos, pero el pingüino del clima se negó a darme acceso a la nevera de los
sueños.
Desesperada corrí al teléfono y llamé a la compañía de seguros
más cercana pero la operadora no paraba de ofrecerme utopías en rebaja, y de
haber ofrecido un sostén que aumentara mágicamente mi busto le hubiera
escuchado pero utopías no eran precisamente lo que me hacía falta, colgué
frustrada y tomé una decisión. Suicidio.
Corrí a la ventana y miré desde el cuarto piso mi profunda infelicidad, tomé una bocanada de aire y una corriente de diamantina volátil golpeó mi rostro dejándome ciega con sus luces y sus polvos, luces, polvos y colores. A tientas llegué a mi habitación y de mi cajón saqué un lapicero y lo enterré en mi vientre y un chorro de tinta carmín salió de mis vestidos favoritos, por un momento escuché como me destintaba.
Cuando recuperé la vista todo me daba vueltas y mi vientre
ardía. Asustada me engrapé y me tiré en la cama a contar estrellas. Pero aún no
tenía palabas ni versos y palidecía quedando de un índigo grisáceo bastante
raro, entre el desorden de mi habitación una de mis muñecas en ropa interior me
recordó que era la hora del té…
Me levanté debilucha y herví un poco de acuarelas a fuego
lento… ¡Oh era tan placentero el olor a violetas recién pintadas! Estaba
dispuesta a disfrutar mi té en completa soledad, así que me quité las piernas
para limpiarlas mientras se entibiaba mi brebaje. Di el primer sorbete y vaya
que mi paladar entero saboreo las mismas mariposas! Mis nudos mentales
entelarañados desistían uno a uno y descubrí e mis uñas restos de suspiros y
pedazos de danzas lunares.
El cielo se miraba tan profundo que podía ver los destellos de Saturno reflejados en los restos de mi té. Sonreí mirando la taza casi vacía; mi ropa seguía húmeda y mi casa estaba en ecos hablándome del mar. ¡Mi grado de patetiqués superaba todas las expectativas! Me levanté por más té ya muy entre neblina azul, y a falta de azúcar le puse mucha de mi diamantina esta vez.
“Tal vez todos esos versos se han ido para dejar espacio a
suspiros nuevos”
Me dije mientras cocía de nuevo mis piernas…